Condenar:
Desaprobar y rechazar enérgicamente una conducta, una acción o una doctrina que
se considera inmoral o censurable.
Y nos encontramos -vemos que nos encontramos- en el
maldito círculo vicioso que tanto tiempo gravitó sobre la revolución rusa como
un sino fatal. De un lado, se pierde en vano el ímpetu revolucionario de la
multitud poco ilustrada y organizada.De otro lado, se pierden en vano los
disparos de los “individuos incapturables”, que pierden la fe en la posibilidad
de marchar en filas cerradas, de laborar hombro a hombro con la masa.
(V.I. Lenin, Aventurerismo Revolucionario)
Daños
colaterales
Las múltiples condenas al Hamás
parten de una postura moral de nuestra civilización judeo-cristiana, la que
postula el respeto irrestricto a las personas no beligerantes en los conflictos
armados, postura que se refleja en el derecho internacional humanitario,
principalmente en el Convenio de Ginebra y sus Protocolos Adicionales, entre otras
fuentes de legislación.
Sin embargo, esta civilización
es esencialmente utilitarista, basada en la conquista y sometimiento. Toda
especie inferior, es decir, que puede ser conquistada y sometida para
nuestra satisfacción, incluyendo seres humanos inferiores, es dominada,
explotada y/o exterminada a nuestra conveniencia. Así, domesticamos animales
para nuestro solaz o nuestro consumo. Busquen en google: “solomillo de res
recetas”; arrojará 974.000 recetas en castellano. Esclavizamos a otros seres
humanos, previamente deshumanizados, para la acumulación originaria,
exterminamos pueblos enteros para apropiarnos de sus tierras y riquezas.
No tenemos ambages en justificar
la violación de los postulados sobre la guerra, como fueron los bombardeos
de Dresde, Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial,
ciudades con nulo valor militar, donde murieron 320.000 personas no beligerantes.
Hoy, en las intervenciones humanitarias en Libia, Yugoslavia o Siria,
las víctimas no beligerantes son daños colaterales, víctimas que se
multiplicaron en la guerra contra el terrorismo en Irak, Afganistán,
Sudán, Somalía, Yemén, etc.
Terrorismo y liberación nacional
El terrorismo como medio de
alcanzar objetivos políticos ha sido históricamente inconducente o con
resultados efímeros. En el mayor de los casos políticamente contraproducente.
Sin embargo, como parte de los
métodos de lucha en las guerras de liberación nacional, ha sido efectivo y ha
apoyado la derrota de los ocupantes. Así, héroes han sido los miembros de la
Resistencia Francesa cuyos actos, entre otros, fueron la destrucción de
convoyes de trenes que transportaban, además de pertrechos militares y tropas,
civiles no beligerantes y trabajadores de los trenes. Análogamente, el atentado
contra el Hotel Rey David por parte del Irgún fue un acto de liberación
nacional, donde murieron medio centenar de no beligerantes. El Viet Minh se
apoyó en múltiples atentados en las ciudades de Viet Nam del Sur, en los que
las víctimas eran beligerantes y no beligerantes.
La idea general que prima en las
guerras de liberación nacional es que los civiles de la potencia invasora son
parte de la fuerza de ocupación, aun cuando no sean beligerantes, aun cuando
sean niños totalmente inocentes.
¿Terrorismo bueno y terrorismo
malo? Pues no: el terrorismo como método principal de lucha es funcional a la
burguesía y al imperialismo, como se ha demostrado en las múltiples luchas en
todo el planeta los últimos 150 años. En los movimientos de liberación nacional
en que las masas son protagonistas, el terrorismo es una forma de lucha más.
Cuando, por el contrario, las organizaciones se aislan de las masas para
acometer acciones armadas, entonces es el Estado el que gana, como ha ocurrido
incluso en nuestro país.
El Hamás
El Movimiento de Resistencia
Islámica, Hamás, es una organización político militar que se opone a la
colonización de Palestina por parte del Estado de Israel. Fundada en 1987 (Israel
apoyó la fundación del Hamás para contrarrestar la influencia de la OLP),
y ganó las elecciones generales del 2006, gobernando desde entonces la Franja
de Gaza.
Hamás es una organización
islámica integrista y lucha por la expulsión
de Israel de Palestina.
Su concepción del mundo está
radicalmente opuesta la materialismo histórico y, por ende, es esencialmente
anticomunista. Su integrismo va contra cualquier concepción de lucha de clases;
su guerra es pueblo contra pueblo, no clase contra clase, concepción compartida
por las teocracias como Irán o Israel, y el aliado libanés del Hamás, Hezbolá,
entre otras entidades integristas.
Concluyendo
Solidarizo plenamente con la
lucha emancipatoria del pueblo palestino.
Lamento profundamente que su
instrumento político militar sea el Hamás. Las acciones del Hamás son
funcionales al sionismo.
La violencia indiscriminada a la
que nos ha ido acostumbrando el imperialismo y el sionismo la sufren los
pueblos.
La convivencia pacífica entre
pueblos, culturas, religiones y otras diferencias sociales sólo es posible
eliminando los antagonismos de clase, base de todos los conflictos en la era
moderna.
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